Mis sexenios (45)
José Guadalupe Robledo Guerrero.
El inicio del sexenio montemayorista
En el primer semestre de 1993, si la memoria no me traiciona, conocí a Jericó Abramo Masso, nieto querido de Jorge Masso Masso que ahora se desempeña como Alcalde de Saltillo. Recuerdo bien aquel primer encuentro, porque me pareció chusco y revelador.
Para ese entonces, Jorge Masso estaba pensando en la posibilidad de disputar el cargo que más anhelaba: la Presidencia Municipal de Saltillo. En ese momento, Masso Masso había revaluado sus aspiraciones, porque se sentía en el ánimo de Rogelio Montemayor. Pero en pago a su definición pro montemayorista lo convertiría en su asesor; es decir lo metió a la nómina no a la Alcaldía saltillense. Pero es menester señalar que Jorge Masso nunca se equivocaba de candidato, pues siempre le organizaba comidas al que iba a ser el gobernador o el Alcalde. Siempre iba a la segura, sus negocios así lo ameritaban.
En una de nuestras acostumbradas pláticas me preguntó cómo veía la posibilidad de que él buscará la candidatura priista para la Alcaldía saltillense. La verdad es que yo no le veía ninguna posibilidad, pero antes de que le respondiera, llegó de improviso un joven que sin ninguna consideración interrumpió nuestra charla.
¡Quiubo Masso!, fue el saludo a su abuelo. -Ya conoces al periodista José Guadalupe Robledo, preguntó Masso. ¡Hola!, me dijo en respuesta. Luego le preguntó de qué estábamos platicando. Jorge Masso le explicó que veíamos la posibilidad de que buscará la candidatura para la Presidencia Municipal de Saltillo. La respuesta de Jericó fue de antología: “Eres culo Masso, no tienes el valor de lanzarte”, y así como irrumpió en la charla, se retiró repitiendo “Eres culo Masso”. En respuesta, Masso le correspondió diciéndole Maricón, un calificativo mundano que solía decirle a los de sus confianza, sin abandonar el tono cariñoso.
Una vez que se retiró el maleducado nieto, Masso y yo continuamos con el tema. En aquella ocasión, mi sugerencia a Jorge Masso fue que le comunicará a Montemayor sobre sus aspiraciones, Le dije que el gobernador era el único que le podía decir si tenía posibilidades de lograr la candidatura priista y ser Alcalde de Saltillo. Finalmente él es quien decide las candidaturas, concluí.
Nunca le pregunté a Masso si le había comentado a Montemayor sus inquietudes, lo cierto es que Jorge Masso no fue el candidato a pesar de que hizo lo conducente para que lo mencionaran como aspirante. El candidato priista fue Miguel Arizpe Jiménez, y por consecuencia se convirtió en Alcalde de Saltillo en diciembre de 1994.
Otro de los que siempre han anhelado la Presidencia Municipal de Saltillo es Alejandro Gutiérrez Gutiérrez “La Coneja”, quien ya estaba enfilado a la diputación federal como delfín y junior del grupo gutierrista.
“La Coneja” se había enrolado en la campaña de Montemayor como “Coordinador”, pero también se hablaba que se había asociado en el negocio de un avión con el tamaulipeco montemayorista Baltasar Hinojosa, quien hacía mancuerna con otro de sus iguales: Öscar Olaf Cantú. Así como Jorge Masso organizaba comidas de apoyo, Alejandro invitaba a hacer negocios a los cercanos al gobernante en turno. Eran sus formas de infiltrarse en el ánimo del gobernante en turno.
Para conocer de sus proyectos entrevisté a Alejandro Gutiérrez. Sus respuestas fueron semejantes a las de todos los priistas anodinos que no quieren salirse del guión de la demogogia.
Alejandro respondió que no quería ser un diputado más, que como propuesta política retomaría los compromisos que Ernesto Zedillo le proponía a los mexicanos, sobre todo el combate a la pobreza, que según él era lo fundamental. Por eso insisto: ¿Qué harían los políticos sin pobres? Tal vez por eso nunca han hecho algo significativo por erradicar la pobreza en nuestro país, luego de qué hablarían.
Y para no variar, Alejandro señaló que las dos prioridades del distrito que representaría en la Cámara de Diputados eran: la falta de agua y la inseguridad, y aunque “La Coneja” se desempeñaría como legislador, prometió dedicar todos sus esfuerzos a tratar de resolver los problemas de sus representados.
Según Alejandro, su único problema era la falta de tiempo para visitar todas las colonias de su distrito, pues “El Primer Distrito es eminentemente urbano, y el diputado federal por este distrito es realmente el representante de Saltillo en el Congreso de la Unión”.
Rogelio Montemayor, por su parte, también transitó por su primer año de gobierno como si la virgen le hablara. La gran corrupción instaurada por Eliseo Mendoza Berrueto durante todo su sexenio fue ocultada por Montemayor, bajo el timorato pretexto de que él venía a gobernar no a pelear con su antecesor.
Lo cierto es que la corrupción en el gobierno eliseísta continuó en el sexenio montemayorista. Lo único que cambiaron fueron los nombres de los ladrones. Ahora no era “El Tesorito de Eliseo” Jesús García López, sino Antonio Juan Marcos Issa. Y de esa manera en cada puesto estatal los nombres de los rateros eran otros, los cuales iremos recordando en el momento preciso.
Como ya habíamos dicho, el alcalde panista Rosendo Villarreal Dávila fue bastante corrupto. Una de sus deleznables herencia fue que endeudó al ayuntamiento saltillense, incluso dejando como garantía el edificio del Teatro García Carrillo y los terrenos de Zincamex, pero además Rosendo había solicitado préstamos sin la autorización del Congreso estatal ni del cabildo, y lo peor, no se sabía a dónde habían ido a parar los recursos de esos empréstitos. Pero nadie dudó de las raterías de Rosendo, que antes de ser Alcalde de Saltillo era el pariente pobre y sin talento de los “notables” López del Bosque, caciques saltillenses y dueños del Grupo Industrial Saltillo (GIS).
Para conocer la situación en que Rosendo había entregado el ayuntamiento saltillense entrevisté al nuevo Alcalde, Miguel Arizpe Jiménez. Sus respuestas convalidaron lo que durante los tres años de saqueo rosendista publicamos en El Periódico... Según Miguel: “Hablar con la verdad es lo mejor que hemos hecho”. “La deuda rosendista es de 17 millones de pesos”. “Los bienes municipales no son embargables”. “No sé los motivos para que los bancos cayeran en ilícitos”. “En la administración anterior se incrementaron los rezagos”.
En aquella entrevista periodística, para clarificar la situación, Miguel Arizpe señaló: “El día que rendí protesta como Alcalde se entabló una demanda contra el municipio, en donde se exigía el pago de esos créditos, más los intereses y gastos originados. Casualmente nos enteramos, a través de los juzgados, del proceso que se seguía, en donde aparecían como garantía de los créditos algunos bienes municipales”.
Pese a todo, Miguel Arizpe, atendiendo las órdenes de Montemayor, nada hizo por recuperar algo de los dineros robados, porque según dijo: “El ayuntamiento no tiene forma de comprobar si hubo desvíos de esos recursos, ni a mí me corresponde hacerlo”.
Y para cumplir con el ritual cortesano, Miguel aprovechó la ocasión para otorgar su cuota de halagos: “La respuesta del gobernador ha sido excelente. Como Alcalde me siento orgulloso de tener un gobernador como Rogelio Montemayor, porque los saltillenses hemos encontrado en él todo el apoyo en los hechos”.
Como podrá darse cuenta el paciente lector de estas remembranzas, Rosendo Villarreal Dávila inauguró lo que 17 años después Humberto Moreira Valdés haría en grande, dejando a Coahuila endeudado por 20 años con la enorme deuda de más de 38 mil millones de pesos, que sumados a los intereses leoninos de los bancos asciende a una cantidad mayor a los 60 mil millones de pesos.
Pero Humberto Moreira fue más allá que Rosendo, pues no sólo adquirió préstamos sin autorización del Congreso Estatal, sino que falsificó los documentos oficiales con los que contrató los empréstitos, e igual que con Rosendo nadie puede explicar racional y contablemente a dónde fueron a parar esos cuantiosos recursos que durante 20 años tendrán que pagar los coahuilenses que sobrevivan ese tiempo.
Pero en todos los casos de corrupción, éstos y otros, aparecen puntualmente las tres formas con que los ladrones enfrentan su realidad: primero la corrupción, después la impunidad y finalmente el cinismo. Pero además los políticos de todos los partidos se tapan con la misma cobija, se protegen y ocultan sus robos bajo aquella fórmula mágica que inventaron los priistas: “Borrón y cuenta nueva”.
Luego de que Rosendo Villarreal endeudó y saqueó la Presidencia Municipal, antes de que terminara su periodo se separó de la Alcaldía para irse de candidato panista a gobernador y perdió las elecciones ante Montemayor, pero no se dio por vencido y meses después consiguió la candidatura a Senador, con la cual logró su propósito de tener fuero. Lo mismo que ahora pretende hacer Humberto Moreira.
En las elecciones del 21 de agosto de 1994, Ernesto Zedillo Ponce de León se convertía en Presidente de la República electo, y el ladrón de Rosendo Villarreal conseguía fuero como Senador por Coahuila para seguir con sus corruptelas, junto con él arribaban al Senado el ex Rector de la UAC, Melchor de los Santos, y el transportista lagunero, Francisco Dávila Rodriguez, ambos amigos del mecenas en turno: Rogelio Montemayor.
En Torreón las cosas no eran distintas a Saltillo. Para octubre de 1994, Mariano López Mercado transitaba por su primer año como Alcalde. Había recibido la Presidencia Municipal de su deshonesto antecesor Carlos Román Cepeda, quien para no variar le había heredado una deuda cuantificada en seis millones de pesos.
Para enfrentar la difícil situación, en diciembre de 1993, recién investido como Alcalde, Mariano había pactado con los numerosos organismos empresariales un aumento del impuesto predial, con el fin de incrementar la recaudación, sanear las finanzas municipales, atender las demandas de la población y pagar la deuda heredada.
Además el aumento del impuesto predial era un acto de justicia, pues había terrenos y residencias en el bulevar Independencia valuadas en millones de pesos que sólo pagaban 30 pesos al año de impuesto predial.
Pero al día siguiente del pacto, los empresarios “se rajaron” y comenzaron una campaña en contra de Mariano, aderezada con intrigas palaciegas, rumores tendenciosos y acusaciones de todo tipo. Desde un principio, López Mercado sabía que la campaña en su contra estaba alentada desde el Palacio Rosa de Saltillo, pues él había conseguido la candidatura a la Alcaldía de Torreón en la ciudad de México, no en la casa de campaña de Rogelio Montemayor.
Según me confió Mariano, él supo en los primeros días de su campaña que a Montemayor le había molestado que lo brincara, pues cuando Montemayor visitó Torreón en campaña, la esposa del candidato a gobernador, Lucrecia Solano le reclamó, señalándole con altanería que Rogelio era el que decidía quienes serían los alcaldes.
Por tal razón, Mariano sabía que el desconocimiento del pacto por los empresarios torreonenses y la campaña en su contra estaba autorizada por la pareja montemayorista gobernante, lo cual se convalidaba con la participación de Germán Froto Madariaga, quien se ostentaba como el primer montemayorista de La Laguna, en cuyo despacho se realizaban los planes para desestabilizar la administración municipal de Mariano López Mercado.
El oportunista de Germán Froto Madariaga se decía montemayorista, como después se disfrazó de enriquista y posteriormente de moreirista. Hoy su pariente, Alejandro Froto, es uno de los funcionarios de Humberto Moreira en la Secretaría de Finanzas a quien se le acusa de enriquecimiento “inexplicable”, pues fue uno de los más activos saqueadores del “gobierno de la gente”.
Por ese entonces, la campaña contra Mariano recrudeció, debido a que atendiendo los reclamos de la población, comenzó a clausurar los negocios que vendían, ilegal y clandestinamente, bebidas embriagantes sin atender los horarios establecidos. Para hacer cumplir la ley, López Mercado encarceló a 200 enviciadores, uno de ellos Víctor Ramos Clamon, conocido en Torreón como “El zar de la venta de alcohol”.
Mariano López Mercado estaba en la mira de Montemayor y de su cogobernante esposa, a quien además de gustarle los reflectores, también le agradaban los exagerados halagos de los cortesanos sexenales, que igual que los ladrones también cambian de nombre en cada gobierno.
Por tal razón la caída de López Mercado sólo era cuestión de tiempo. Pronto sería echado de la Alcaldía por haber conseguido su aspiración fuera de Coahuila, y sin solicitarla a la pareja gobernante. Lucrecia Solano fue también una de las principales malquerientes de Enrique Martínez y Martínez. Su séquito se dedicaba a llevar y traer chismes en contra del que sería sucesor de su marido cinco años después.
Hasta su muerte mantuve una cordial y respetuosa relación intelectual con Mariano López Mercado, quien era una persona culta, ilustrada y conocedor de la historia de México. Nuestra amistad nació cuando escribí en El Sol del Norte un comentario sobre su padre, el ex gobernador Raúl López Sánchez, a quien Óscar Flores Tapia le guardaba un gran aprecio y reconocimiento.
En su libro El Señor Gobernador, Flores Tapia le dedica algunas de sus páginas al ex gobernador Raúl López Sánchez, de quien fue Secretario Particular. Por eso lo conoció a fondo y le reconoció su ejecutividad, su intransigencia con la ineptitud y su don de mando.
Días después de que Flores Tapia me regaló su libro me preguntó: ¿Qué te pareció? Le dije lo que pensaba, le agradecí que me hubiera mencionado con conceptos amables, le pregunté algunas cosas para clarificar mis dudas, como por ejemplo: ¿Quién fue a su juicio el más deshonesto gobernador de Coahuila? Sin pensarlo ni dudarlo me contestó con su vozarrón: -Quién había de ser: Román Cepeda.
Pero también le dije: cuando habla de Raúl López Sánchez parece que usted se está dibujando, pues muchas de sus actitudes como gobernador fueron semejantes a las de él. Flores Tapia no lo negó, y mi apreciación le pareció acertada, de tal forma que la tomó como halago.
En lo personal creo que el mejor libro de Flores Tapia fue El Señor Gobernador, por eso los jóvenes políticos coahuilenses bien harían en leerlo, para que conozcan algo de la historia política de nuestro estado, relacionada con sus gobernantes, al margen de la oficial...
(Continuará).
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